A lo largo de la Edad Moderna, los médicos se convirtieron en un grupo profe­sional en ascenso tanto desde un punto de vista institucional, como profesional (Sáez Gómez, 1993). Estos académicos, conocedores del latín, se enfrentaban, tras su larga formación, a la realidad profesional de la época: se caracterizaba por una carencia de dichos profesionales, a pesar de los intentos por paliar la situación; por ejemplo, la creación de Reales Academias de Medicina cuyo elevado coste hacía casi imposible para muchos de ellos acceder a estas artes.